Iglesia de la Inmaculada. Cella
La primitiva iglesia de Cella fue edificada por los Templarios en el último tercio del siglo XII. Hallándose ruinosa a comienzos del siglo XVI, el Papa Julio II dio una bula datada en día 3 de agosto del año 1510, concediendo indulgencias a quienes ayudaran a reedificarla.
Se adoptó el modelo de nave única, muy amplia con capillas laterales. De este segundo templo se conserva una descripción detallada, referida al año 1721.
Resto de esta fase primitiva tal vez sean los tramos con crucería sencilla en diagonal. Durante el siglo XVI se completaron las crucerías, pero aún la iglesia sufrió una profunda transformación en la segunda mitad del siglo XVIII, cuando se hundió la cabecera, que fue ampliada con un crucero datada de cúpula vaída. Torre a los pies, lado de la Epístola, de cantería, datada en 1609.
El resto artístico más importante del medievo de esta localidad es la bella imagen de la Virgen del Castillo, que debió venerar en la capilla de esta fortaleza. Es una pieza gótica de alabastro con la típica incurvación. Tal vez date de 1332, cuando el rey Alfonso III concedió privilegios al concejo de Cella para reparar el castillo que amenazaba ruina por causa de la humedad. Esta pieza tiene ciertas semejanzas con la Virgen del Molino, obra en piedra del pueblo vecino de Santa Eulalia.
La torre de la iglesia es obra del maestro de cantería Juan de Larrenaga, vecino de Cella. El primer cuerpo de mampostería fue construido en el año 1609. Esta es la fecha que aparece grabada en una piedra esquinal que ostenta, además, el escudo de Cella: la fuente en uno de los cantones y el castillo en el otro. Estaba pactado entre el maestro y el concejo de Cella, que los restantes cuerpos de la torre fuesen de ladrillo. Pero el 8 de enero de 1612 Larrenaga pacta mediante acta notaria hacer de piedra labrada en dos caras todo aquello que se iba a realizar en ladrillo.
En el año 1616 don Tomás Cortés, obispo de Teruel, manda por decreto dado en visita pastoral que hiciesen construir la escalera de la torre. En 1976 la bóveda de la torre fue reparada y afianzada.
Como en tantos otros lugares, en Cella, el cementerio estaba contiguo a la iglesia y se ubicaba en el patio que hoy llamamos «Fonsal». Resultando insuficiente, en el año 1.855 el Ayuntamiento construyó otro en el cerro de San Sebastián, y posteriormente el actual.
El actual retablo del altar mayor
Tras la ampliación del templo a principios del siglo XX, colocaron en el altar mayor un retablo de tablas y cartón pintados, carente de mérito artístico.
En 1950 el obispado de Teruel, retiró el retablo de la ermita e Nuestra Señora de La Langosta del término municipal de Alpeñés, que ofrecía peligro de hundimiento.
El retablo fue solicitado al obispado y concedido diciendo «haréis una buena obra restaurándolo». Por estas razones este grandioso retablo se halla en el templo desde el año 1976.
El retablo fue construido por el escultor Francisco Ascoz, de Barrachina. Fue colocado en la Langosta el 29 de septiembre de 1685. Costó 530 libras jaquesas (9.984 reales).
Los cuadros eran debidos a Vicente Guilló, de Vinaroz, del año 1686. Según decían, desaparecieron en 1936 con motivo de la guerra civil.
Los actuales cuadros del retablo fueron pintados por Juan Antonio Pumareta, natural de Cella, y el central (imagen del crucificado) es obra de Sor Mª Gema Pitarch, del Monasterio de las Clarisas de Báguena (Teruel).
En la sacristía hay algunos lienzos de mérito, uno de ellos muestra el martirio de Pedro Martínez, jesuita venerable, nacido en este pueblo y otros dos de San Clemente y San Sebastián en el templo.
El órgano del templo parroquial
Era el 18 de mayo de 1718, cuando Pedro José Cabello, vecino de Cella en nombre del organero Pedro Gil, presenta una propuesta para realizar el órgano de la Iglesia de Cella en un año. Hubo un órgano anterior, del que da fe el decreto de visita pastoral en el que se manda «tañer el órgano en los días acostumbrados».
El coro
El coro es de talla, al parecer del mismo artífice que talló las maderas del pasamanos de la casa de Ferrari (ingeniero italiano autor del pretil de piedra que rodea la Fuente y de las obras para desecar la Laguna del Cañizar en 1.729).
Destaca la belleza de los antiguos libros corales, que revelan el arte y paciencia de los amanuenses.
Recientemente ha sido minuciosamente restaurado y en la actualidad puede contemplarse en todo su esplendor.