Celadas
NO TE PUEDES PERDER
El Castillo Ayuntamiento, la fuente de Pierres Vedel, la casa parroquial, el parque ruso (Parque de la Amistad) y la Casa Daudén.
Complementa tu visita con:
A tu aire:
El ruido del silencio – ir a la página
A sólo un paso – ir a la página
Siguiendo la corriente – ir a la página
Atrinchérate:
Celadas, Frente Santa Bárbara – ir a la página
Alfambra, Trincheras – ir a la página
Andatela:
Sendero por Sierra Palomera (Torremocha) – ir a la página
Servicios:
Habitantes: 374
Altitud: 1.119 m.
Gentilicio: Celadino/a.
Página Web: www.celadas.es
¿Cómo llegar?
A 24 kilómetros de Teruel, por la N-234 o por la A23, tomando el desvío del puerto de Cella.
Desde Teruel hay una carretera secundaria que sale de la rotonda del polígono La Paz, TE-V-1001. 15 kilómetros. Ver Mapa
PATRIMONIO NATURAL
Fuente San Roque.
Fuente del abuelo
PATRIMONIO HISTÓRICO Y CULTURAL
Iglesia gótico-renacentista de Santo Domingo de Silos, con retablo barroco de 1702. En sus orígenes fue románica pero fue reedificada en el s.XVI (1588) con estilo gótico renacentista, nave central y cinco capillas laterales. Hoy conserva una bóveda de crucería estrellada gótica, alero y tablas pictóricas goticistas. Al exterior, sobresale la torre de cuatro cuerpos, construida en sillería de piedra y coronada con un capitel de estilo mudéjar. Destaca la portada plateresca bajo un arco de medio punto con guirnaldas y esculturas de bulto redondo bajo nichos. Coronando la fachada, en el frente, tres imágenes; la pila del agua bendita, plateresca (S. XVI), fue realizada en Albarracín; conserva en el interior tres retablos barrocos, dos retablos de estilo rococó y dos tablas del s. XVI.
Castillo del siglo XIV (1328). Actualmente es el Ayuntamiento.
Ermita de Santa Quiteria, s. XVII. Barroca de mampostería, con una nave, de cabecera poligonal al interior y plana al exterior, cubierta con bóveda de medio cañón con lunetos; en el exterior tiene atrio, espadaña y un vía crucis de ladrillo que la rodea; en el interior conserva un retablo plateresco (S. XVI) y dos retablos barrocos (S. XVIII). Guarda la imagen de la Virgen de la Salud, muy venerada por los vecinos de Celadas y de otros pueblos de los alrededores, a la que se le brinda una romería el cuarto fin de semana de mayo.
Ermita de San Roque, de estilo gótico. Muy bien conservada. S. XV-XVI. Es una construcción gótica de mampostería, con una nave, cubierta con techumbre a dos aguas.
Ermita de San Cristóbal, ha sido recientemente reconstruida; conserva el arco centra. Fue derrumbada en la Guerra Civil.
Ermita de Santo Domingo de la Calzada.
Ermita de Santa Bárbara.
Casa de los Daudén, edificio de sillería con un arco de medio punto en la fachada, en cuya clave aparece el escudo heráldico familiar.
Parque ruso. Es símbolo del hermanamiento en 1.991 entre Celadas y la localidad rusa de Vinogradovo. El parque reproduce una ciudadela de los cuentos rusos medievales
Fuente de Pierres Vedel. Construida en 1560.
FIESTAS Y TRADICIONES
Romería de Santa Bárbara, primer domingo de mayo.
Romería a la Ermita de Santo Domingo, el segundo domingo de mayo.
Último fin de semana de mayo, Fiestas Mayores. El viernes la fiesta se celebra en honor a Santo Domingo, el sábado a Santa Quiteria y el domingo a La Virgen de la Salud. El domingo acude gente de otros pueblos en romería. El lunes se celebra el “Día de la Abuela” y está dedicado a las personas de la tercera edad. Se hace una misa y se reparte vino en honor a los abuelos y al Padre Crescencio.
Romería a San Cristóbal el primer sábado de agosto (ermita reconstruida en 1988). Se reparte vino y sardinas y se hace una comida campestre que reúne a todos los vecinos.
Fiestas Patronales el tercer fin de semana de agosto, en honor a San Roque.
LEYENDAS
LEYENDA DE AMOR
Cuentan que allá en el s. XIV, vivía en Celadas un apuesto hidalgo hijo de la familia del “los López de Santacruz”, señores del Castillo. Era buen jinete, amigo de justas y buen conocedor de las tierras y gentes de Aragón.
Supo que en la Baronía de Escriche florecía una hermosa doncella, siempre vigilada por su madre. Y cuentan que sus días alegres eran aquellos en que acompañando a su madre, bajaban ambas al mercado, o iban a las ferias de Teruel, Cella o Cedrillas. En una de estas ferias se cruzaron las miradas del galante de Celadas y la heredera de la Baronía. La doncella de Escriche gustaba bajar a Teruel los días de mercado y el mozo de Celadas tenía los mismos gustos, pero no era el deseo de comprar, era la pasión de verse lo que motivaba su presencia en las ferias y mercados.
Un día, aprovechando la distracción de la madre, el de Celadas requebró a su amada, que recogió el beso. Desde este día, sus ojos brillaban cada vez que se encontraban: estaban enamorados.
La madre, al fin, se enteró del idilio de su hija con el mozo de Celadas y su alma rabió de ira y buscaba cómo salvar a su hija de un pretendiente que no pasaba de infanzón y por cuyas venas no corría la sangre azul de la nobleza.
La madre no lograba arrancar del corazón de su hija la flecha que le clavara el pretendiente de Celadas, y el trato y confianza entre la madre y la hija cada día eran más fríos. En esta situación, la madre bajó a Teruel para pedir ayuda a la bruja Kala, que vivía en las Cuevas del Arrabal. La bruja, tras recibir una buena bolsa de oro, prometió a la baronesa que libraría a su hija del joven de Celadas. A los pocos días, la madre de la muchacha bajó de nuevo a las Cuevas con otra bolsa de monedas y la bruja le comunicó, con mucho secreto, que con ayuda del demonio, había convertido en perro al galán de Celadas. La madre quedó contenta y satisfecha del hechizo de la bruja, pero su hija, locamente enamorada, languidecía de tristeza y la luz de sus ojos, antes brillantes, se iba apagando.
Cuentan que sólo un perro mastín, con sus halagos y zalamerías, pretendía curarla del mal de amor. Perdida la esperanza de volver a ver a su amor, la joven, futura heredera de la Baronía, murió una fría tarde de primavera y su perro, fiel amigo, abandonó la casona, aullando como loco por campos y caminos…
A los nueve días de la muerte de la doncella, siguiendo una vieja costumbre funeraria, los padres y el sacerdote de la Baronía se acercaron a la sepultura de la infortunada para rezarle un responso y ofrecerle un ramo de flores.
Llegados a la tumba, de repente, el rostro de la madre palideció por el recuerdo de la bruja Kala: a la cabecera del sepulcro, junto a su amada, yacía muerto el mastín.